jueves, 17 de agosto de 2017

Contando Historias con Café, El Inicio

La noche era fría como lo son las noches de Octubre en Guatemala. Juan, un señor ya en sus 40 años trabajaba en una pequeña imprenta en El Centro Histórico de la Capital.  No era raro que se quedará hasta tarde ya que las máquinas eran muy viejas y siempre daban problemas que atrasaban el trabajo.  Juan tenía ya más de 25 años de estar ahí, el dueño ya apenas se aparecía por el local y sus hijos habían decidido ir por caminos de ilusión hacia el norte de dónde envían mes a mes un sobre el cual ayuda a mantener el negocio a flote.

Los únicos visitantes que siempre llegan puntales son los recibos de los servicios de luz, agua y teléfono.  Internet no hay y hace que en ese pequeño local en la zona 1 de la Ciudad de Guatemala en pleno siglo XXI parezca suspendido en el tiempo.

Ya son más de las dos de la mañana y Juan se sirve otra taza de café y se dispone a ponerse a empacar unos volantes cuando escucha el viento soplar fuera del negocio.  Parece aullar, la única ventana que da a la calle tiembla y la única bombilla encendida titila.  Juan, parece no darle importancia y sonríe, se recuerda de aquellos tiempos en Tecpán cuando salía a volar barriletes con sus hermanos y amigos.

Un grito en la esquina hace que su mente regrese a su lugar.  Sus manos dejan de empacar y se queda esperando viendo hacia la ventana.  Todo queda en silencio, el frío de Octubre parece ser más fuerte pero Juan está sudando, sus ojos no parpadean, su boca se queda seca y decide tomar un trago más de su taza de café pero esta cae al piso haciéndolo brincar del susto.

Decide caminar hacia la puerta y lentamente quita uno a uno los cerrojos que por más que trata de que sea en silencio parecen querer gritar y se ayudan del eco del local para que su voz se vuelva a cada vez más ronca y recia.

Juan respira y logra salir a la calle, la luz es tenue y no muy lejos en la esquina de la cuadra ve tirada en la acera un bulto blanco.  Lo piensa y lo vuelve a pensar, sabe que tiene que ir, puede ser alguien en apuros...o tal vez es alguien que ya no necesita de su ayuda y es demasiado tarde.

Agarra el teléfono celular y con el poco saldo que le queda marca a los bomberos, a los cuales escucha llegar en poco tiempo.

Las sirenas se acercan, la ayuda está en camino, respira mas tranquilo, mientras agarra una escoba y un recogedor para barrer la taza de café que aún estaba tirada en el piso.  Se dispone a seguir trabajando para poder salir lo antes posible de ahí cuando escucha a los bomberos hablar.

-"¿Qué pasó?" -"Está con vida aún?"

-"No, parece que la mataron". -"Oye, creo que la conozco...si, es Doña Chus, la que nos llega...(se queda pensando) llegaba a vendernos la lotería cada miércoles a la estación.

Los bomberos la conocían, la recordaban.  Doña Chus, una señora de más de 70 años, no vivía muy lejos de ahí y obviamente no tenía dinero para ser asaltada.  Sus ojos estaban abiertos y sus manos empuñaban guardando algo.

-"¿La persona que llamó dijo su nombre?"

-"No, pero tampoco creo que sirva de mucho su testimonio, dijo que escucho un grito y Doña Chus no podía hablar, ¿Recuerdas?"

En ese momento a Juan se le puso la carne de gallina, sentía como un escalofrío escalaba por todo su cuerpo, el no bebía, no fumaba, es más, era devoto cargador de Santo Domingo, y estaba seguro de lo que había escuchado.  Fué un grito, un grito, un grito, ¿Un grito? ¿O fué el viento? Decidió encender una pequeña y vieja radio para no sentirse solo, se sirvió en otra taza más café y decidió no pensar más y puso su mente a enfocarse en seguir empacando volantes.

Afuera los bomberos esperan a los del Ministerio Público, el viento vuelve a soplar, el frió no desaparece, el tiempo camina y el amanecer esta por llegar.  Un bombero se aleja y saca de su bolsillo su celular y envía un mensaje:

Mateo, te puede interesar esta nota, anciana asesinada en la zona 01, dicen que la escucharon gritar pero sabemos de primera mano que ella no podía hablar, ella nos vendía boletos de lotería en la estación.  Ya no tardan los del Ministerio Público y no hay medios por aquí.

Al otro lado del teléfono Mateo ve en la obscuridad de su cuarto la luz de su celular encenderse y apagarse y medio despierto lo agarra, lee el mensaje y piensa, necesito un café antes de salir...

CONTINUARA

No hay comentarios:

Publicar un comentario